Ver esas gimnastas pequeñitas "prebenjamines" que se les olvida el montaje o simplemente te hacen llorar de la risa o de la emoción cuando las ves actuar, y después de unos años seguir viendo como han evolucionado como han madurado como persona y gimnasta y volver a verlas en el tapiz, con una soltura, un agarre, una fuerza... y una gran sonrisa en el tapiz, es algo que no se puede describir con palabras, porque sencillamente hay que vivirlo.
Un claro ejemplo de superación y alegría es la española Carolina Rodríguez, una gran gimnasta. Y que yo por suerte pude entrenar con su prima, a la que echo de menos y admiraba como gimnasta.
Carolina siempre que sale al tapiz nos deja con una gran sonrisa en el rostro, porque hace que disfrutemos con ella en el tapiz, siempre con su sonrisa y las cosas increíbles que es capaz de hacer. Se merece estar donde está y yo le doy todo el ánimo y el apoyo desde aquí, porque ahora es su momento y lo está haciendo maravillosamente bien.
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